Llevamos siete años recomendando: trinca la
pasta y vete a Andorra o, por el contrario, dale acción a esta editorial.
Algunos dicen que describimos la realidad de nuestro tiempo por casualidad,
como aquél famoso
reloj parado de Lewis Carrol, que acertaba
la hora dos veces al día. Pero no
estamos en el país de las Maravillas. Ahora que vas a ser derribado, deja de soñar que has sido un árbol, El árbol, y date
cuenta que el bosque a tu lado está talado.
Somos más pobres, tenemos menos trabajo y
peores salarios, una educación
deficiente, una sanidad anoréxica, una justicia
tuerta, incluso de
pago, y tenemos pocas posibilidades de cambiar la cosas, pero las vamos a
cambiar. Seguramente será esta convicción la que nos mantiene vivos y
alegres. Estar
descontento con el mundo es no haber aprendido nada.
Hay mucha gente en Facebook, en Twitter, en Babia que le da igual un poco todo,
a mí plín el rollo de
la política, son todos iguales, mientras marcan “me gusta” al selfi de las vacaciones. Reduccionismo, petardeo y consumo –sí, otra vez la sociedad de consumo– son comportamientos
que definen nuestro tiempo. Quizá hubiera que decir algo más sobre esta práctica,
sobre el Gran Timo de la
sociedad de escaparate, pero urgen unas Elecciones y el cambio.
Y hay un momento ciego en las Elecciones, como hay un
momento ciego en el Amor, y uno vota o fornifolla con la política, con su corrupción venérea y sin condón, y
queda contagiado durante cuatro años o durante varias generaciones.
Los amos de la política nos echan barro a los ojos,
nos están sepultando, los trabajadores se hunden en su ridículum-vitae, la
ética es turboconsumo, la justicia
es la golfa esquinera de los mercados, los bancos y sus fundaciones se ríen
desde Andorra. Terminadas
las Elecciones quedarán la coherencia y la acción, ríete o llora, haz lo que
quieras, eso sí cuando choques con la indefensión guarda un poco de compostura:
en esta zanja oscura vivimos todos.
Algunos hoy lo dan por sentado: el Trabajo está
destinado a convertirse en una mercancía más entre millones de mercancías
asiáticas y sin derechos. No hay alternativa, tu eliges:
Hazte consejero del Ibex35, paga con
tarjeta Black, fleta un yate en Ibiza, date la dolçe vita,
constrúyete un búnker anti pobres, sal de copas con el pequeño Nicolás, haz business –eso más que
nada, business– y promueve, con tu propio ejemplo, el
analfabetismo ético.
O hazte un estudiante sin futuro, un obrero impotente
sin contrato, un mileurista útil e idiota, un pensionista cutre, que sale por las
noches a rebuscar oro y mierda en los cubos de basura.
Perfúmate y ríete de los achaques de la gente, cambia
de iPhone en Navidad, y siéntete
sexy –eso más que nada, sexy– como Chachi Hilton, Majestad
Ortiz o Divina Presley, y mantén la piel de tu cara siempre bronceada y
ligeramente hinchada por el botox.
O córtate el flequillo con un hachazo, hazte del 15eme, y te untas
potingues faciales de los supermercados Dia o te pringas
con eu-de-toilete Metro Vallecas, y te vas a
las manifas, y te pateas
la ciudad y sus escaleras, y trabajas por horas de telefonista o te vas a
Londres a progresar de camarera.
Existe una tercera vía: despierta, rebélate y actúa para
construir una sociedad mejor.
No estáis solos, no sois mercancía, tenéis voz, acción y voto empleadlo!!!